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Lo que en antaño era de oro en Colombia hoy es de bronce

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INFORME ESPECIAL

Por: John del Río

Comunicador social y periodista

Redacción San Buenaventura Estéreo 95.4 F.M

Viernes, 28 de marzo, de 2025

11:34 a.m.


De acuerdo con www.onu.org el termino tercera edad, se comienza a utilizar después de la mitad del siglo XX en Francia, utilizado por primera vez por el doctor en Gerontología J.A. Huet, para referirse a los jubilados, pensionados y personas caracterizadas por baja productividad.


Aunque la Organización de las Naciones Unidas (ONU), promueve en todos los países del mundo sensibilizarse y eliminar las ideas negativas, además de erradicar las concepciones desfavorables relacionadas con los adultos mayores y el estado del envejecimiento, se queda corta en respaldar, programas en que las personas mayores, sigan desarrollando sus habilidades en el resto de sus vidas.


En Colombia, una persona mayor es aquella que supera los 60 años de edad. Y, en el artículo 13 de la Constitución Política está consignado, que a los adultos mayores “se les

brindará especial protección, que en virtud a su condición económica, física o mental se encuentran marginados y bajo circunstancias de debilidad y vulnerabilidad manifiesta, dando con ello aplicación al Estado Social de Derecho”.


Pero, aunque se dice, que en la tercera edad empieza a fallar la memoria, se debe siempre hacer uso de un poco de ella y en esta oportunidad, atender la invitación a la reflexión sobre esta etapa de la vida, que hace Carlos Trejo Maturana, médico Internista, jefe de la Unidad de Gestión Clínica del Adulto en el Hospital Padre Hurtado en Santiago, Chile.


“Cada vez que me refiero a los ancianos no resisto la tentación de citar el texto más antiguo conocido de un viejo autoanalizándose. Se trata de un escriba egipcio, Ptah-Hotep, visir del faraón Tzezi de la dinastía V, por tanto redactado hacia el año 2450 A.C. Dice: "¡Qué penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día; su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos; su fuerza declina, su corazón ya no descansa; su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y le resulta imposible acordarse hoy de lo que sucedió ayer. Todos los huesos están doloridos. Las ocupaciones a las que se abandonaba no hace mucho con placer, sólo las realiza con dificultad, y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre".


Quizás, los ancianos se parecen en todas las épocas de la Historia, sus condiciones han sido cambiantes y la idea que se ha tenido de ellos también. Las opiniones acerca de ellos han dependido de las culturas. Pero, es realmente el conocimiento de los pueblos en su transcurrir histórico, lo que permite asimilar el concepto de un adulto mayor en oriente o en occidente en la actualidad. Sin duda alguna, aspectos como la moral, la educación, los valores y la ética, entre otros, facilitan mucho más digerir el fenómeno.

En el mundo primitivo, por ejemplo, es sabido que los ancianos no dejaron testimonio de sus actividades ni sus pensamientos. Pero, no es tan difícil concluir que los grupos humanos ágrafos, es decir aquellos que eran incapaces de escribir o no sabían hacerlo, eran considerados iguales.


El envejecimiento era una cualidad, un móvil de orgullo, no solo para el anciano, sino para toda su familia también, tenían el saber, la memoria que les recreaba sus antepasados, incluso algunos, caracterizados por conectar “el allí y el entonces con el más allá”.


Entonces, es pertinente traer a colación el imaginario, que incluso en el presente, se hace uso a la connotación del brujo y chaman como personas mayores. Lo mismo que la representación del profesional encargado de la sanación, de juzgar y de profesores.

Es decir, la vejez representaba la sabiduría, la carpeta de memorias de la familia, de la comunidad, de la sociedad.


A esto se debe llegar en las sociedades actuales, a alcanzar que los individuos en edades avanzadas, representen los privilegios, una hazaña que no se puede lograr sin la ayuda de Dios, pero también de una vida bien vivida, de formación, de trabajo digno, de opciones familiares plenas, de jubilaciones y pensiones justas, por tanto, la longevidad se mediaría no a un regalo divino, a un golpe de suerte, a unos familiares caritativos o a la justicia social del Estado, sino otorgada por la biología, por la lógica, por lo justo.

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